domingo, 16 de noviembre de 2008

Resultó que la armadura no era de acero.
Latón rebajado, como mucho.
Y, al agrietarse por la humedad y el tiempo,
aparecieron pequeñas y anaranjadas manchas
que anuncian su próximo derrumbamiento.
Yo las intenté quitar,
nunca me gustó el naranja,
pero no se van.

He metido la armadura en el armario,
para ver si el monstruo se la come
y por fin puedo ser yo.
Pero parece que a nadie le gusta el latón naranja,
ni siquiera a los monstruos.

domingo, 5 de octubre de 2008

Casandra, la loca.

Casandra, la loca,
la que enamoró a un dios,
lo predijo:
"No lo hagáis, insensatos;
corred, huid;
pero no os quedéis ahí parados,
viendo cómo se desvanece todo
y desaparece, dejando un vacío
aún mayor que las ojeras,
más grande que el silencio
que recorrerá las calles en busca
de bocas que acallar".
Nadie la escuchó.

Incluso el viento, único sonido de una Troya
fantasmal y muerta,
dejó de frecuentar el lugar por miedo.

martes, 23 de septiembre de 2008

Érase una vez

Érase una vez,
hace mucho, mucho tiempo,
había un lejano país, caluroso en verano
y helador en invierno;
amable en julio,
triste en enero.
Sus habitantes eran iguales a él,
a veces alegres y sonrientes,
otras tantas fríos y obtusos.
La primavera no tenía cabida
en un lugar como aquél,
no formaba parte de sus dos caras.
Pero eso fue una vez,
hace mucho, mucho tiempo,
en un país muy, muy lejano.

viernes, 19 de septiembre de 2008

Las puertas retumban, igual que las voces, en tanto vacío.
Incluso el sueño perturba el silencio que, tan hueco y presente, se prepara para un cambio de pesadillas, de sonidos perturbadores.
Con las maletas por hacer y los muertos por zanjar, voy olvidando qué decir, cómo hacerlo y si puedo.

martes, 16 de septiembre de 2008

Sucede que me canso de ser hombre

Sucede que me canso de ser hombre.
Sucede que entro en las sastrerías y en los cines
marchito, impenetrable, como un cisne de fieltro
navegando en un agua de origen y ceniza.

El olor de las peluquerías me hace llorar a gritos.
Sólo quiero un descanso de piedras o de lana,
sólo quiero no ver establecimientos ni jardines,
ni mercaderías, ni anteojos, ni ascensores.

Sucede que me canso de mis pies y mis uñas
y mi pelo y mi sombra.
Sucede que me canso de ser hombre.

Sin embargo sería delicioso
asustar a un notario con un lirio cortado
o dar muerte a una monja con un golpe de oreja.
Sería bello
ir por las calles con un cuchillo verde
y dando gritos hasta morir de frío.

No quiero seguir siendo raíz en las tinieblas,
vacilante, extendido, tiritando de sueño,
hacia abajo, en las tapias mojadas de la tierra,
absorbiendo y pensando, comiendo cada día.

No quiero para mí tantas desgracias.
No quiero continuar de raíz y de tumba,
de subterráneo solo, de bodega con muertos
ateridos, muriéndome de pena.

Por eso el día lunes arde como el petróleo
cuando me ve llegar con mi cara de cárcel,
y aúlla en su transcurso como una rueda herida,
y da pasos de sangre caliente hacia la noche.

Y me empuja a ciertos rincones, a ciertas casas húmedas,
a hospitales donde los huesos salen por la ventana,
a ciertas zapaterías con olor a vinagre,
a calles espantosas como grietas.

Hay pájaros de color de azufre y horribles intestinos
colgando de las puertas de las casas que odio,
hay dentaduras olvidadas en una cafetera,
hay espejos
que debieran haber llorado de vergüenza y espanto,
hay paraguas en todas partes, y venenos, y ombligos.
Yo paseo con calma, con ojos, con zapatos,
con furia, con olvido,
paso, cruzo oficinas y tiendas de ortopedia,
y patios donde hay ropas colgadas de un alambre:
calzoncillos, toallas y camisas que lloran
lentas lágrimas sucias.

Pablo Neruda, Walking around.